Hace treinta años, los lobos marinos visitaron el Pier 39 de San Francisco por primera vez y decidieron quedarse. Aunque el acuerdo en este caso resultó beneficioso para las dos partes, el contacto cercano entre animales silvestres y seres humanos puede causar problemas graves.
En septiembre de 1989, apareció un gran número de huéspedes inesperados en el Pier 39 de San Francisco. Eran lobos marinos de California (Zalophus californianus), que se asentaron cómodamente en el muelle bajo el cálido sol. El muelle, por el que en circunstancias normales circulan pescadores y dueños de barcos, estaba en ese momento en reparación, y el embarcadero vacío resultó un sitio atractivo para los mamíferos marinos. Los barcos regresaron tiempo después, pero nadie hizo ningún esfuerzo por expulsar a los visitantes: Cada día llegaban al muelle entre seis y diez lobos marinos, y había suficientes embarcaderos vacíos para todos. Poco después se supo que este era solo el principio.
Cada vez más lobos marinos abandonaban su antiguo hogar en las islas de “rocas de lobos marinos” frente a las costas occidentales de la ciudad y se mudaban a la bahía. El 19 de enero de 1990, llegó un gran grupo al Pier 39, que junto con los inquilinos pioneros, sumaban ahora unos 150 individuos. Aunque está declarada como el “Día del lobo marino”, esta fecha no representó el pico de la inmigración de los pinípedos. Los grandes mamíferos seguían llegando, y dos meses después su número ya superaba los 400.
Nadie sabe con certeza qué fue lo que impulsó su inmigración. Algunos creen que el terremoto que ocurrió en el área en octubre de 1989 y que causó estragos en el emplazamiento anterior de la colonia, hizo que los lobos marinos buscaran un nuevo hogar. Pero, como ya se indicó, la “invasión” había empezado algunas semanas antes, en septiembre. También es posible que encontraran más tentadoras las aguas de la bahía, con su abundancia de alimento y la escasa presencia de tiburones blancos y orcas, los depredadores de los lobos marinos.
Cualquiera fuera la razón, ahí estaban, y obligaban a los dueños de barcos a navegar entre animales silvestres que pesaban cientos de kilos para llegar a sus embarcaciones. Aunque no son particularmente agresivos, los lobos marinos pueden morder si se sienten amenazados, por ejemplo cuando la gente los pisa o trata de moverlos para abrirse paso. Tampoco califican precisamente para el "premio al mejor invitado". Sus incesantes aullidos se escuchan a kilómetros de distancia, y el nauseabundo olor a pescado que excretan llena el ambiente.
También había quienes pensaban que la llegada de los lobos marinos era motivo de celebración. "Nuestro negocio se ha duplicado desde que llegaron los lobos marinos a Pier 39", dijo a los medios el propietario de un restaurante cercano al lugar en 1991. Un sitio dentro de la ciudad donde se puedan ver de cerca animales silvestres es una rareza, y el muelle atraía tanto a turistas como a locales que llegaban a hacer precisamente eso, y de paso comer algo. Los lobos marinos cumplieron con su parte del trato. Son animales sociables y juguetones, y verlos perseguirse o empujarse unos a otros al agua resulta muy entretenido.
Tal vez no son los mejores huéspedes, pero ciertamente son una atracción turística. Leones marinos en el Muelle 39. Fotografía: Yonat Eshchar.
Dejarlos en paz
La municipalidad acudió al The Marine Mammal Center, que está cerca de Sausalito y se encarga del tratamiento de mamíferos enfermos y heridos, entre otros, focas, leones y elefantes marinos. En una entrevista publicada en el sitio web del Instituto Davidson, Laura Gill, una empleada del Centro, que anteriormente había trabajado en el Muelle 39, afirmó: "El Centro nos recomendó dejarlos estar. Desde ese día, ese es nuestro lema, dejarlos en paz".
Aceptando esta sugerencia, la municipalidad decidió no expulsar a sus huéspedes marinos, sino a las embarcaciones, que fueron trasladadas a otros muelles, y en el verano de 1990, el Muelle 39 fue declarado territorio de los leones marinos. El Marine Mammal Center envió voluntarios para informar e indicar a los visitantes cómo podían observar a los animales sin molestarlos.
Como todos los años, en verano los leones marinos emigraron al sur, a su lugar de reproducción en las Islas Canal del sur de California y al Golfo de California en México. Pero para fines de agosto, comenzar a regresar en mayor número que antes. Desde entonces, todos los años, los leones marinos han convertido al Muelle 39 en su hogar durante el otoño e invierno, y algunos machos se quedan también durante el verano. Igualmente, muchas hembras se quedan en el lugar de reproducción todo el año, por esto, la mayoría de los residentes del Muelle 39 son machos. Las cantidades siguieron aumentando, y en meses pico alcanzan a ser más 1500 ejemplares. Cuando estuve ahí, la primera semana de septiembre, ya había varias docenas
Gracias a la presencia de los leones marinos, el Muelle 39 se ha convertido en una de las atracciones favoritas de San Francisco. Al lado se abrió un pequeño centro turístico, que tiene restaurantes, tiendas de souvenirs, e incluso, un carrusel. El Sea Lion Center, ubicado en el muelle, brinda información a los visitantes, que llegan continuamente, sobre estos huéspedes que se convirtieron en residentes. Este "acuerdo" es beneficioso para ambas partes: los leones marinos han conseguido un territorio de primera, que les ofrece seguridad de los depredadores y suficiente alimento, y la ciudad ha ganado otra lucrativa atracción turística.
Los leones marinos reemplazaron a las embarcaciones del muelle. Muelle 39 en San Francisco. Fotografía: Yonat Eshchar.
Animales en peligro
Los leones marinos californianos viven a lo largo de la costa oeste de Norteamérica, desde el sur de Alaska hasta México. Son parecidos a las focas, pero más grandes. Los machos adultos pueden alcanzar un peso aproximado de 400 kilogramos. Una diferencia importante entre las dos especies está en el aparato de audición: las focas solo tienen cavidades auditivas, mientras que los leones marinos también tienen orejas, pequeñas aurículas que parecen pliegues de piel.
El público nos sirve de ojos y oídos", afirma Giancarlo Rulli, del Centro. "Cuando nos alertan de un posible problema, acudimos a evaluar la situación y comprobar si el animal está enfermo o herido, o simplemente ha llegado a la playa a descansar y no es necesario hacer nada. Todos los años hacemos campañas publicitarias para educar a las personas sobre cómo observar de manera segura los animales silvestres". Evacuar un animal al Centro otorga al rescatista un privilegio especial: le puede dar un nombre.
Solo una pequeña parte de los animales que llegan al Centro, entre 80 y 100 al año, se ve afectada directamente por humanos. En ocasiones las personas se acercan demasiado a los leones marinos, los lastiman o los alejan de la playa, pero la mayoría de las heridas se producen debido a que se enredan en los desechos marinos, principalmente el plástico.
"Los animales curiosos, como las focas o los leones o lobos marinos, tienden a meterse en problemas con los desechos marinos. El plástico y otros desechos pueden quedar atrapados en sus cuellos y hocicos, lo que conduce a una rápida pérdida de peso corporal", afirma Rulli. "Hemos desarrollado métodos para disparar dardos tranquilizantes, para que nuestro equipo pueda aproximarse a los animales y quitarles las obstrucciones. Si se requiere un procedimiento más complicado, traemos al animal al Centro, pero la mayoría de las veces se puede solucionar el problema en el lugar y liberar al animal para que regrese al océano".
Gill afirma que uno de los mensajes más importantes que el Centro da a los visitantes es sobre el uso de los plásticos. "Hay muchas cosas simples que las personas pueden hacer para reducir la utilización de plásticos de un solo uso que lastiman a nuestros pacientes. Por ejemplo, no usar sorbetes ni bolsas plásticas desechables cuando sea posible, al igual que elegir botellas de agua de varios usos".
El plástico pone en peligro la vida. León marino en California con una botella en la boca. Fotografía: Shutterstock.
Enfermedades de las profundidades
Los humanos también afectan la salud de los leones marinos y del océano en general, indirectamente, alterando las condiciones ambientales. Una de estas, por ejemplo, es el aumento del ácido domótico (una sustancia secretada por las algas) que ha envenenado a los leones marinos durante los últimos 20 años. Esto se debe al aumento de la floración de las algas: su rápida reproducción y expansión en grandes áreas. "Antiguamente, podíamos ver los brotes de envenenamiento con ácido domótico al final del verano y durante el otoño, pero ahora, lo observamos todo el año", afirma Rulli. "No sabemos exactamente por qué sucede, aún estamos estudiándolo". Dos factores son el vertimiento de fertilizantes y el aumento de la temperatura del agua. "No es solo un factor el responsable, es una combinación, ninguno de los cuales desaparecerá, desafortunadamente", afirma Rulli.
El ácido domótico también puede perjudicar a los humanos. Puede causar un síndrome conocido como intoxicación amnésica por moluscos, ya que está causada principalmente por consumir moluscos que crecen en zonas donde florecen las algas y conduce a una limitación severa de la memoria. Identificar la enfermedad en los leones marinos puede ser la primera señal del problema, antes de que el compuesto perjudique a las personas. "Cuando vemos una floración de algas y observamos cómo afecta a nuestros pacientes, informamos a los servicios sanitarios públicos", dice Gill. "De esta manera, ellos pueden investigar y cerrar la zona de pesca problemática, para evitar que las personas consuman productos contaminados".
En términos generales, dice Rulli, los leones marinos sirven como una especie de centinela, que nos mantienen informados de la salud de océano y de otras especies. "Sirven como una ventana para observar riesgos medioambientales posiblemente más graves, principalmente para la salud humana, ya que pasan la mayor parte de su tiempo cerca de las costas y se alimentan de presas muy similares a los que consumen los humanos: peces, calamares y otros. Por esto, podemos aprender de las enfermedades que afectan a los leones marinos que vienen aquí, más allá de los pacientes actuales y futuros, y también sobre la salud humana".
Vida en aguas cada vez más cálidas
Tal vez la mayor amenaza para la vida en los océanos, al igual que para todo el mundo, sea la crisis climática. El calentamiento de las aguas de los océanos promueve la florescencia de las algas, y también perjudica a los leones marinos de otras maneras. Cuando la temperatura sube, los peces buscan aguas más frías, más lejos de la costa, y los leones marinos los persiguen más lejos en el mar. Esto es un problema grave para las madres de los cachorros, que usualmente amamantan varios días antes de salir al mar a cazar varios días, y luego, repiten este ciclo. Cuando las presas se alejan más, permanecen por períodos más prolongados en el agua, y los cachorros se quedan en la playa sin alimento. "Desesperados, los cachorros desnutridos se sumergen en el océano en busca de alimento, sin estar lo suficientemente grandes", dice Rulli. "Con frecuencia, quedan varados en otras playas, hambrientos y débiles".
Todos los años, la principal razón por la que llegan pacientes al Centro es la desnutrición", añade Rulli. "Antiguamente, nos llegaban de 600 a 800 pacientes desnutridos cada año. Pero en los últimos cinco años, la cifra nunca ha bajado de 800. En general, hay más casos en años recientes".
En 2015, se registró un número récord de casos de desnutrición: 1800 cachorros fueron llevados al Centro. No es de sorprenderse, ya que en 2015 las aguas de las playas del oeste de Norteamérica estuvieron especialmente cálidas. Por razones que aún no son claras, pero probablemente relacionadas con los veranos anormalmente calientes que hubo en estas zonas en 2014, una región de agua caliente, hasta de 1500 kilómetros de ancho y 90 metros de profundidad, llamada "la mancha caliente" se formó a lo largo de la costa de Norteamérica, desde México hasta Alaska. La temperatura de "la mancha caliente" era 3 a 4 grados Celsius más alta que la temperatura típica de la región. El otoño pasado, las temperaturas en esa zona del Océano Pacífico comenzaron a subir de nuevo, lo que indica que es posible que estemos camino a tener otra mancha caliente.’
La crisis climática afecta a otros mamíferos marinos incluso más duramente. Debido al aumento del nivel del mar, los lugares de reproducción del elefante marino (Mirounga angustirostris), en las costas de California y México, se están reduciendo. "Durante las tormentas, los cachorros que están en las playas de reproducción tienen mayor riesgo de ser arrastrados al mar y separados de sus madres", afirma Gill. La foca fraile hawaiana (Neomonachus schauinslandi), una especie en peligro de extinción, vive, como lo indica su nombre, en las islas de Hawái, y algunas de las playas donde solía reproducirse y descansar simplemente han desaparecido.
Un resultado de la crisis climática. Concentraciones de floración de algas (en rojo) en la playas de California en 2015. Fuente: NOAA.
El regreso del elefante marino
La "invasión" de los leones marinos en el Muelle 39 tuvo un final feliz para todos, pero no siempre es el caso cuando animales y humanos interactúan. Las normas de caza y los esfuerzos de conservación han logrado recuperar a muchas especies al borde de la extinción, lo cual permitió que prosperaran en las últimas décadas. Aunque este es, obviamente, un resultado deseado, también ocasiona mayor fricción entre animales y humanos, que mientras tanto se han asentado en las zonas que anteriormente habitaban estos animales silvestres, antes de que disminuyera su población.
Recientemente ocurrió esto en el parque federal Point Reyes en California, no muy lejos de San Francisco. Los elefantes marinos del norte visitan frecuentemente el parque, pero durante las últimas décadas, los guardaparques han separado estrictamente las playas asignadas a los animales, a las cuales no pueden entrar humanos, de las permitidas para los visitantes humanos, de quienes los guardaparques mantienen alejados a los elefantes marinos. Pero a principios de 2019, los servicios federales de EE.UU. dejaron de funcionar debido a una crisis política y presupuestaria. Los parques nacionales también fueron cerrados, por lo tanto, los guardaparques no estaban presentes cuando los elefantes marinos se mudaron a las playas de los bañistas y las ocuparon.
Al regresar, los guardaparques no pudieron tomar ninguna medida especial para expulsar a los invasores... de todas maneras, no tenían forma de hacerlo. Parafraseando una broma conocida: ¿dónde se sienta un elefante marino de tres toneladas y media? Donde le plazca.
La playa del parque sirvió a los elefantes marinos como lugar de reproducción y, al final de la estación, se fueron. Pero estos animales tienden a regresar a las mismas playas, por lo que nadie sabe qué sucederá el próximo año. El problema en el Parque Federal Point Reyes no es muy grave: en el peor de los casos, los visitantes del parque perderán una playa y ganarán otro lugar para observar a los elefantes marinos. Pero en otros lugares, la fricción puede ser mayor.
"A medida que la población de mamíferos marinos se recupera, comenzarán a ir a lugares donde los humanos, por lo menos en lo que respecta a los asentamientos modernos, no están acostumbrados a encontrarlos", afirma Rulli. "Es muy posible que anteriormente hayan habitado esos lugares, pero los abandonaron debido a la caza. Ahora están regresando".
Nadie sabe lo que sucederá el próximo año. Elefantes marinos en una playa de Point Reyes. Fotografía: Kenichi Ueda, Flickr
Mientras tanto, en Israel
Israel no tiene leones ni elefantes marinos, y los mamíferos marinos que visitan las playas del país por lo general no son un problema. Pero hay otros animales silvestres que viven cerca de los humanos, y no siempre pacíficamente.
Un famoso ejemplo es Ruthi. Es una hiena rayada (Hyaena hyaena) que nació en las laderas al sur de las colinas Modi’in, un terreno actualmente sin desarrollar, también habitado por gacelas, puercoespines, zorros y chacales. En cierto momento, Ruthi se dio cuenta de que la vida en la ciudad era más fácil: en vez de buscar presas o carroña, podría encontrar todo lo que deseaba en los basureros o patios traseros, donde las personas dejan alimentos para los gatos. Se mudó al vecindario Reut y ahora patrulla las calles periódicamente. No todos los residentes están contentos con que un animal salvaje y potencialmente peligroso merodee sus casas. Ruthi fue capturada y regresada a las colinas del sur, pero poco después se volvió a ver en las calles de Modi’in. De nuevo fue capturada en agosto pasado y esta vez, la Autoridad de Naturaleza y Parques la llevó a un lugar más alejado y secreto, que probablemente está muy lejos de humanos o casas.
Otros animales silvestres que se han visto deambulando por las calles de la ciudad son los chacales. En Tel Aviv viven varias docenas, especialmente en el Parque Yarkon y a lo largo de la playa, rondando los vecindarios del norte por las noches. Esto preocupa a algunos residentes, que temen que los visitantes nocturnos puedan atacar a personas o mascotas y posiblemente transmitirles rabia. Sin embargo, los ataques de chacales son muy raros: estos animales temen mucho a los humanos y mantienen su distancia. Lo correcto sería, en lo que respecta a los humanos, mantener las cosas como están y no acercarse a ellos. Zvi Galin, el veterinario municipal, en una entrevista que dio a Time Out en marzo de 2019, advirtió que no se debe alimentar a los chacales. "Alimentarlos compromete sus características naturales, pues están acostumbrados a buscar el alimento ellos mismos". Esto también ocasiona que pierdan el miedo a los humanos y sus mascotas, y si una persona que no desea alimentarlos se les aproxima, podrían enfurecerse", afirmó. Además, Galin explicó que la razón principal por la que los chacales llegan a los vecindarios es buscar alimento en los contenedores de basura, y es posible evitar gran parte de estas visitas dando mantenimiento correcto a esos contenedores.
Los chacales infectados con rabia pueden tornarse muy agresivos. En los últimos años la incidencia de rabia ha aumentado debido a chacales enfermos que cruzan los Altos del Golán desde Siria. Sin embargo, han pasado años desde que se observó un animal infectado con rabia en el centro del país, y para evitar la propagación de la enfermedad, las municipalidades locales distribuyen cebos que contienen vacunas para chacales.
En muchas de las interacciones entre humanos y animales silvestres es difícil culparlos por invadir las ciudades, ya que estas fueron construidas sobre las tierras donde habitaban anteriormente. Siempre habrá chacales en Tel Aviv, afirma Galin. "Las nueva situación es que estamos construyendo más casas y ocupando más espacios abiertos, y por lo tanto, los veremos más frecuentemente".
Nosotros hemos invadido su territorio. Un chacal dorado hembra en el Parque Yarkon en Tel Aviv. Fotografía: Wikipedia, Artemy Voikhansky.
Las gacelas que fueron salvadas
La historia del "Valle de las gacelas" en Jerusalén demuestra que también en Israel se pueden tomar decisiones para conservar pequeñas extensiones de naturaleza y animales silvestres dentro de una ciudad, pero que el camino no es fácil. El valle, una zona de aproximadamente 250 dunams, o 24 hectáreas, está ubicado en el centro de la ciudad, entre vecindarios y carreteras. Las gacelas israelíes vivieron por décadas aquí, recorriendo el valle y los campos abiertos cercanos a las afueras de la ciudad. Pero el aumento de la construcción urbana, principalmente la autopista Begin, creó una barrera que evitó que los animales salieran del valle. La reducción de su hábitat, junto con otros factores, como el aumento de desechos, que las gacelas consumían y que perjudicaron su salud, y los perros vagabundos que las atacaban, ocasionaron un descenso en su población, que casi llegó a desaparecer por completo.
Una historia de éxito. Valle de las Gacelas en Jerusalén. Fotografía: Wikipedia, Mathknight, Yuvalr.
El Valle de las Gacelas originalmente era una zona agrícola con naranjos y ciruelos. En la década de 1990, se cambió el destino de la tierra y se trazó un plan para construir complejos residenciales, oficinas y distritos comerciales. El plan hubiera causado la destrucción de la tierra que da sustento a los animales silvestres y también del rebaño de gacelas. Organizaciones ambientales y sociales se unieron y lograron derogar ese edicto. En 2002, se decidió que el valle continuaría siendo un espacio abierto protegido, y luego que se convertiría en un parque. El parque urbano se inauguró oficialmente en 2015 y es uno de los más grandes de Israel. La población de gacelas se recuperó: el verano pasado se reportó la existencia de 45 ejemplares en el valle. El Valle de las Gacelas se considera un éxito impresionante, al combinar las necesidades de construcción de la ciudad y la conservación de la naturaleza. Fue destacado en una película que representó a Israel en la conferencia para el desarrollo sostenible de la ONU en julio pasado.
Esta historia, como la de los leones marinos en San Francisco, demuestra que el bienestar de animales y humanos no tiene que ser contradictorio. Aunque no siempre es posible, y en ocasiones no hay más alternativa que alejar a los animales de los asentamientos humanos, bajo ciertas circunstancias es posible encontrar una solución beneficiosa para ambas partes, y también para los turistas visitantes.