Permanecen con nosotros en el pasado, en el presente y también de manera natural. ¿Cómo se crean las momias y qué tienen en común los desiertos, las cumbres nevadas y las turberas?

En el siglo XIX la locura de la egiptomanía despertó un gran interés en Europa, cautivada por la magia del antiguo Egipto tras los fascinantes descubrimientos que llegaron de las pirámides de Guiza. Numerosos tesoros egipcios llenaron los museos del continente e incluso se vendían en los mercados, pero lo que más llamó la atención fueron las momias: vestigios embalsamados de los antiguos faraones egipcios.

Dentro de cada momia se encontraba un cuerpo humano prácticamente imperturbado por el tiempo. De ahí el mito de la aterradora momia envuelta en vendas. Actualmente, las momias, excelentemente conservadas durante miles de años, nos permiten atisbar la vida, las creencias y la muerte de personas pertenecientes a culturas ancestrales y arrojan luz sobre la historia de la humanidad. ¿Pero cómo han podido unos cuerpos sin vida mantenerse intactos durante tanto tiempo?

Entre momia y cadáver

Las momias parecen desafiar a la muerte logrando esquivar el proceso de putrefacción. Tras la muerte y de forma natural, se inician en el cuerpo procesos de descomposición de los tejidos, producto de la falta de oxígeno. Las células del cuerpo, incapaces de abastecer sus necesidades de energía, comienzan a morir. Como consecuencia, el interior y la estructura de las células se desintegra, su contenido se libera y las proteínas de descomposición que se encontraban en la célula inician la degradación del tejido de forma descontrolada. A este banquete de descomposición se suman las bacterias que viven en el cuerpo, y que ahora se alimentan de los tejidos muertos. A continuación, dependiendo del entorno en que se encuentre el cuerpo, las bacterias del suelo, hongos, insectos y los animales carroñeros ayudan a eliminar los tejidos hasta que al final solo quedan los huesos.

La detención del proceso de descomposición en cada una de estas etapas es lo que produce una momia, es decir, un cadáver que junto con el esqueleto conserva también a lo largo del tiempo los órganos internos, el cabello, la piel y otros tejidos.

El componente indispensable para la putrefacción de un cadáver es la humedad, ya que sin agua las proteínas no son capaces de actuar y las bacterias no pueden sobrevivir. Por eso, secar el cadáver es un factor importante para su conservación. Esto es relativamente sencillo en el árido clima desértico de Egipto, y se puede conseguir también emulando artificialmente ese clima. La eliminación sistemática de bacterias por medio de sustancias tóxicas también contribuye a alcanzar el objetivo de la momificación.

¿Qué le sucede al cuerpo después de la muerte? Video de TED-ED:

La antigua industria de la muerte

Los embalsamadores de las antiguas culturas aprovecharon estos conocimientos como base de la industria de la conservación tras la muerte. En realidad, el embalsamamiento era un elemento fundamental de la fe de los antiguos egipcios, quienes consideraban que el cadáver del fallecido debía permanecer lo más parecido a la forma que tenía en vida, para asegurar el paso del alma al otro mundo.

En antiguas escrituras, principalmente del historiador griego Heródoto, se describe en detalle el proceso egipcio de momificación, que incluía instrucciones precisas para secar el cadáver y conservarlo. Lo primero que hacían los embalsamadores era vaciar el cráneo del muerto con una cuchara de hierro con la que extraían el cerebro por las fosas nasales. A continuación, vaciaban todo el contenido del cuerpo e introducían los órganos internos en recipientes que colocaban ceremoniosamente junto al muerto. El cuerpo vacío lo rellenaban con hierbas aromáticas y lo cubrían con sal durante setenta días para absorber la humedad. Finalmente envolvían el cadáver con vendas y lo introducían en una caja con forma de cuerpo humano denominado sarcófago, donde se mantenía aislado y protegido.

La costumbre del embalsamamiento estaba muy difundida también entre las antiguas culturas de Sudamérica, como los chinchorros que vivieron hace miles de años en la zona del actual Perú . Las momias de los chinchorros son las más antiguas descubiertas hasta ahora y han sido fechadas alrededor del año 5050 antes de nuestra era. 

El motivo de la práctica del embalsamamiento entre los chinchorros se desconoce, pero el hallazgo de muchas momias de fetos y niños de corta edad sugiere la posibilidad de que era un modo de inmortalizar a los familiares que fallecían antes de tiempo. La forma de momificación de los Chinchorros era más sofisticada que la de los egipcios, ya que además de extraer los órganos internos, separaban la cabeza y las extremidades del cadáver y los volvían a colocar posteriormente junto con la piel, que también había sido retirada y era extendida nuevamente sobre el cadáver. El contenido del cuerpo lo secaban llenando el cadáver con trozos de carbón caliente y con paja. A continuación lo sellaban con barro para preservarlo, una conservación a la que contribuía el árido clima de la zona.

El embalsamamiento de la naturaleza

El embalsamamiento artificial humano probablemente se inspiró en el ejemplo proporcionado por la naturaleza. Como hemos mencionado, basta con unas condiciones apropiadas de sequedad para impedir la actividad de las bacterias, y en el mundo existen bastantes lugares en los que la sequedad es lo suficientemente extrema, por ejemplo el desierto de Sahara, las Islas Canarias y las mesetas áridas del sur de Perú y del norte de Chile, en los que se hallaron numerosas momias.

En esas condiciones, el cadáver pierde agua gradualmente, a un ritmo que depende de la proporción entre su superficie y su volumen. Cuanto mayor sea esa proporción, más expuesto está el cadáver a las condiciones del exterior secándose más rápidamente. Por ejemplo, los dedos de las manos y de los pies, en los que la superficie de la piel es grande y el volumen pequeño, tienden a conservarse de manera óptima. En cambio, el centro del cuerpo y los órganos internos tienden a descomponerse rápidamente. Puede que al observar las momias creadas naturalmente en condiciones desérticas, los egipcios aprendieran cómo secar a sus muertos.

El desierto no es el único entorno capaz de momificar, también el congelamiento en los glaciares produce un resultado similar. La combinación de frío intenso y vientos secos ayuda a detener los procesos de descomposición del cuerpo y a evitar la proliferación de bacterias. Se han hallado muchas momias, por ejemplo, en cuevas en Groenlandia fechadas en el siglo XV. Fueron enterradas en cuevas aisladas de la nieve y de la lluvia, evitando la acumulación de humedad y la subsiguiente descomposición.

Estas condiciones de congelación existen también en las cadenas montañosas nevadas, bajo cuyos glaciares se conservan a veces momias de alpinistas de aciago destino. En el año 2017, un deshielo excepcional en los Alpes suizos dejó al descubierto los cuerpos momificados de una pareja desaparecida en 1942 durante un paseo, que aparentemente fueron sepultados por un alud.   

Un tipo particular de embalsamamiento natural se produce sin secado alguno, en las aguas de las turberas (ciénagas). Estos pantanos son frecuentes en el norte de Europa y se caracterizan por una profusión de material orgánico procedente de plantas y animales muertos, que se acumula y se torna sumamente ácido. Un musgo denominado sphagnum o esfagno, adaptado a la vida en pantanos, segrega en el agua compuestos que atrapan el calcio imprescindible para el crecimiento de bacterias. Cuando a esto se agrega la baja temperatura del agua y la baja concentración de oxígeno, se obtienen unas condiciones que dificultan en gran medida la proliferación de bacterias. Los animales y las personas que se ahogaron accidentalmente en estos pantanos o que fueron ahogados por una sentencia cruel, se convierten en cadáveres empapados pero casi completamente enteros, con tejidos y huesos muy flexibles por la pérdida de calcio.

Durante el siglo XII, unos agricultores daneses descubrieron en uno de estos pantanos un cadáver tan bien conservado que estaban convencidos de que se trataba de la víctima de un asesinato reciente. La datación exacta del cuerpo, apodado el Hombre de Tollund, reveló posteriormente que llevaba muerto más de 1500 años.

El Hombre de Tollund | Museo Nacional de Dinamarca
El Hombre de Tollund | Museo Nacional de Dinamarca

Las momias todavía están aquí

En el siglo XXI ya no abundan las ceremonias de embalsamamiento, pero en tribus aisladas de Papúa Nueva Guinea todavía perduran costumbres similares en lo que se refiere a sus muertos. A fin de conservar el cadáver de los ancianos de la tribu, lo envuelven en telas y lo someten a un proceso de ahumado que dura tres meses durante los que vacían el contenido del cuerpo. Los nativos creen que está prohibido desfigurar el rostro del fallecido por lo que hacen todo lo posible por conservarlo íntegro. Después de finalizar el embalsamamiento, presentan los cadáveres sentados sobre una roca con vistas a la aldea como recordatorio de la existencia de los muertos que observan desde el otro mundo. Estas momias no subsisten mucho tiempo y van descomponiéndose lentamente hasta que no queda más que el esqueleto.

En nuestros días, con la expansión del monoteísmo, los motivos religiosos del embalsamamiento han desaparecido en su mayoría, pero la momificación se efectúa en pro de la ciencia y de la memoria histórica. La momia moderna más famosa es seguramente la de Vladimir Ilich Lenin, líder de la revolución bolchevique y fundador de la Unión Soviética, cuyo cadáver se conserva desde 1924 supervisado por un equipo de embalsamadores profesionales. Esta momia fue creada con métodos modernos de conservación, tales como la sustitución de los líquidos naturales del cuerpo por líquidos especiales de embalsamamiento y la sustitución de tejidos dañados por elementos de plástico de cualidades similares. A fin de mantener el aspecto natural del cadáver, cada dos años es sumergido en un baño de productos químicos, cuya función es impedir la descomposición por un proceso denominado "fijación".

El material de embalsamamiento más difundido actualmente es el formaldehído, que tiende a reaccionar muy fácilmente con otros materiales de su entorno. Al ser expuestas a este producto, las proteínas se unen entre sí entrelazándose y perdiendo con ello su estructura y actividad originales, de modo que ya no son capaces de descomponer los tejidos del cuerpo. Esta actividad también elimina las bacterias que favorecen la putrefacción del tejido. El formaldehído o su disolución en agua denominada formalina, ha sustituido a otros productos químicos utilizados durante años en la momificación, tales como sales de arsénico y mercurio, que son sumamente tóxicas. El formaldehído puede conservar el cadáver en el estado más próximo a su forma natural, incluyendo su peso y elasticidad.

No obstante, en los últimos años se ha descubierto que el formaldehído es  cancerígeno particularmente para las personas. La creciente concienciación sobre sus peligros impulsa la búsqueda de métodos de embalsamamiento más seguros. Un ejemplo digno de mención es la plastinación, en la que tras sustituir los líquidos del cuerpo por formaldehído se introduce un polímero de silicona activo que en determinadas condiciones se solidifica y estabiliza el cadáver en la posición elegida. Al final del proceso se eliminan del cadáver momificado los restos de formaldehído y se sustituyen por el polímero. Este fue el método utilizado, por ejemplo, en la famosa exposición Mundos del cuerpo que llegó a Israel en 2009.

Las momias han influido en nuestra vida en numerosos ámbitos, desde la religión y la cultura hasta la ciencia y la tecnología. Las investigaciones fisiológicas de momias antiguas ofrecen una amplia y fascinante perspectiva sobre el modo de vida, las enfermedades y las costumbres que las culturas ancestrales han experimentado en el transcurso de la historia. Los métodos de conservación, que se fueron perfeccionando con los años, nos han permitido entender mejor la anatomía y la biología del cuerpo, de camino hacia el desarrollo de dispositivos médicos avanzados. El deseo de postergar la muerte y preservar la vida nos persigue desde tiempos inmemoriales. Tal vez algún día las vendas del misterio se desvanezcan por completo desvelando realmente nuestras habilidades contra la muerte.

El cuerpo embalsamado de Lenin | Mausoleo de Lenin
El cuerpo embalsamado de Lenin | Mausoleo de Lenin