Por alguna razón, la evolución hace que nos rasquemos hasta el punto de lastimarnos a causa de un picor insoportable, a veces sin saber siquiera qué lo ha producido. ¿Por qué nos rascamos?
Advertencia: la lectura de este artículo puede provocar una necesidad imperiosa de rascarse... si el título del mismo no lo ha logrado ya. De hecho, la picazón no es solo una sensación molesta y familiar, sino también contagiosa. Entre los leves picores que podemos sentir a lo largo del día y la comezón que no nos deja vivir, surge la pregunta: ¿por qué? ¿Cuál es el sentido de una fastidiosa sensación de escozor que sólo conseguimos calmar lastimándonos? ¿Y cómo es que este fenómeno ha sobrevivido a lo largo de la evolución?
Hace más de 350 años, el médico alemán Samuel Hafenreffer definió la sensación de picazón como "una sensación desagradable que provoca el deseo o reflejo de rascarse". A pesar de su simplicidad, la definición sigue siendo válida hoy, ya que no se ha encontrado una definición mejor. Los años de investigación científica no han logrado explicar la causa de la picazón. Sin embargo, ha habido un progreso significativo en la comprensión de la base biológica de este fenómeno y de la indispensable necesidad de este extraño reflejo.
No solo histamina
No todos los picores son iguales. La mayoría de los picores que experimentamos en la vida diaria son picazones transitorias causadas por irritaciones físicas de la piel debidas a pequeños insectos o suciedad. Sin embargo, también existen enfermedades que van acompañadas de una picazón o prurito crónico, que se convierte en una molestia continua y peligrosa. A pesar de las diferencias en su origen e intensidad, toda picazón es causada por la activación de las neuronas de la piel por sustancias llamadas pruritógenos, sustancias que provocan picor. En respuesta a la estimulación, estas células transmiten señales eléctricas a la médula espinal y al cerebro, que despiertan el reflejo de rascar el área irritada.
Hasta hace unos años, los científicos consideraban que el principal culpable de la picazón era la histamina, un compuesto orgánico conocido principalmente por su participación en las reacciones alérgicas. Las picaduras de mosquitos, por ejemplo, desencadenan la respuesta inmunitaria del cuerpo, que envía células inmunitarias a la zona de la picadura. Estas neuronas de la dermis provocan una sensación de picor. No conociéndose otras causas, la picazón se ha tratado principalmente con medicamentos antihistamínicos. Pero dado que no han aliviado a muchos de los pacientes con prurito, surge la sospecha de que hay otras sustancias que provocaban una reacción similar.
El primer indicio de estas otras sustancias se derivó del frijol terciopelo o picapica, una planta que causa una intensa picazón y ardor. En 2008 se descubrió que la causa de la picazón en este caso es una proteasa llamada muconaína, que es capaz de romper los enlaces de diversas proteínas. Una de estas proteínas es el receptor PAR2, que se encuentra en las neuronas de la dermis. La ruptura de los enlaces del receptor por la muconaína lo activa independientemente de la histamina y provoca una fuerte sensación de picazón. Desde entonces, se ha descubierto una gran variedad de sustancias que provocan picazón y que no dependen de las histaminas, y algunas de ellas ni siquiera dependen del contacto con la piel. Un buen ejemplo es el fármaco cloroquina contra la malaria, el neurotransmisor serotonina, así como ciertas proteínas. Tras estos, se descubrieron receptores adicionales que provocan la sensación de picor, además de los receptores de histamina.
No es la única culpable del picor. Histamina | Ilustración: Zerbor, Shutterstock
El dolor redentor
La paradoja interesante de la picazón es que el remedio inmediato contra ella es el dolor y, por lo tanto, surgen preguntas sobre la conexión entre los dos. Según la "teoría de la potencia", el cerebro distingue entre dolor y picor en función de la intensidad del estímulo: intensidad elevada significa dolor e intensidad reducida significa picor.
Sin embargo, las observaciones científicas han debilitado esta teoría sustituyéndola por la "teoría de la especificidad" que sostiene que son neuronas distintas las que se activan dando lugar a la sensación de dolor o de picor respectivamente. Mientras el dolor provoca una reacción de retirada y recelo del área del dolor (reflejo de flexión), la picazón desvía la atención hacia sí misma y desencadena un reflejo de contacto directo con ella (reflejo de rascado). La diferencia entre el reflejo que surge del dolor o de la picazón proporciona un sólido indicio de que cada una de estas sensaciones implica un mecanismo diferente.
¿Cómo alivia el dolor la sensación de picazón? Un estudio de 2009 examinó en monos macacos la actividad de las neuronas que transportan las señales desde la piel al cerebro como respuesta a una inyección de histamina. Inmediatamente después de la inyección, las células respondieron disparando fuertes señales eléctricas, que se debilitaron tras el rascado del área irritada. Por el contrario, el rascado del área antes de la inyección de histamina no redujo la intensidad de la actividad de las neuronas. Esto llevó a los investigadores a concluir que la acción del rascado y el dolor que produce es necesaria para inhibir la acción de las neuronas que crean la sensación de escozor. El rascado es efectivo solo después de que la sensación de escozor se ha iniciado y no puede impedirla de antemano.
Otros estudios han demostrado un vínculo entre la acción del rascado y un aumento en el nivel del neurotransmisor dopamina, que es responsable de crear una reacción positiva y una sensación de satisfacción en el cerebro. Como resultado de todos estos estudios, parece ser que nuestro cerebro sabe distinguir entre el dolor procedente del rascado y el dolor normal, e incluso nos premia por el esfuerzo con una liberadora sensación de alivio.
La reacción de nuestro cerebro al rascado puede tener consecuencias negativas. Sufren por ello principalmente quienes padecen enfermedades de la piel como la psoriasis y el eczema, que se caracterizan por lesiones que pican. También se ha observado picazón crónica en enfermos con SIDA, linfoma y enfermedades hepáticas. En casos particularmente excepcionales es el propio cerebro el responsable de la sensación de picazón persistente. Uno de los ejemplos más famosos es el de la zoóloga estadounidense J.R. Traver, que comenzó a rascarse a los 40 años y no cesó de hacerlo durante los siguientes cuarenta años, hasta su muerte, ya que sentía como si su piel estuviera infectada con parásitos. En retrospectiva, resultó que Traver sufría de un trastorno psiquiátrico poco habitual denominado parasitosis delirante, que hace que quienes la padecen se rasquen incontrolablemente lastimándose a sí mismos.
El dolor alivia la sensación de picor. Joven rascándose con fuerza | Fotografía: OBprod, Shutterstock
¿Evolución parasitaria o inmunitaria?
Dado que la sensación de picazón puede ser causada por distintas sustancias que activan neuronas diferentes, no es fácil encontrar una cura para ella. En un intento por comprender mejor este fenómeno, los científicos recurren a animales que comparten el fenómeno con nosotros, entre ellos, mamíferos, aves y peces.
El criterio prevaleciente hoy en día es que la picazón apareció durante la evolución como un medio para eliminar parásitos, pequeños insectos y sustancias de las plantas venenosas que tocamos. Aunque la explicación parece convincente, hay investigadores que consideran que el propósito del rascado es en realidad estimular una respuesta inmune en lugares en los que hay lesiones o penetraciones en la piel. Según ellos, la acción del rascado provoca una lesión superficial en la piel que ayuda a movilizar las células inmunitarias de la zona y acelera la curación de la misma.
El debate evolutivo gana terreno cuando examinamos a comunidades de personas y de animales que exhiben una picazón contagiosa. Al igual que el bostezo, la picazón se caracteriza por un efecto de manada, y cuando un individuo se rasca, otros lo imitan. Puede que este fenómeno se haya desarrollado para dar a un grupo una ventaja a la hora de deshacerse de parásitos o insectos, por lo que si el grupo entraba en una nube de mosquitos, el primer individuo al que picaran provocaría que todos sus miembros se rascaran reduciendo el riesgo de ser picados también. Es difícil verificar esta explicación cuando se trata de humanos, porque incluso si fuera cierta, probablemente se trata de un residuo lejano de nuestra historia evolutiva.
En la actualidad aún no sabemos explicar de forma precisa el mecanismo del rascado, y se necesitan más estudios para comprender este comportamiento, de modo que en el futuro podamos desarrollar medicamentos que alivien la sensación de quienes padecen picor. "La felicidad consiste en rascarse cada vez que sentimos picazón", dijo el poeta estadounidense Ogden Nash, pero tal vez sea el momento de encontrar la felicidad sin picazón alguna.