Es cierto que hay investigaciones que demuestran que los enfermos de COVID-19 tienden a mostrar niveles bajos de vitamina D en sangre, pero de momento, no hay razón para suponer que esta vitamina ayuda al cuerpo a defenderse de la enfermedad

Durante los últimos meses se ha mencionado a menudo la vitamina D como un medio que podría ayudar a hacer frente a la enfermedad de COVID-19, causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Hasta ahora se han realizado varios estudios sobre el tema, entre ellos una investigación israelí en la que participan la compañía de seguros de salud “Leumit”, la Universidad Bar-Ilán y la Universidad de Tel Aviv. El principal hallazgo que surge de ellas es que el nivel de vitamina D en sangre de los enfermos de coronavirus tiende a ser relativamente bajo. A pesar de ello, muchas de las investigaciones sobre el tema adolecen de problemas significativos y en cualquier caso no demuestran que la ausencia de vitamina D influye en la probabilidad de contagio o en la gravedad de la enfermedad.

Las vitaminas son un conjunto de sustancias orgánicas indispensables para nuestro cuerpo en pequeñas cantidades. Nuestro cuerpo no sabe producir por sí mismo la mayoría de ellas por lo que debemos obtenerlas de los alimentos que ingerimos. La vitamina D es una excepción: a pesar de que se encuentra en el pescado, los huevos y otros alimentos, también se produce en nuestra piel cuando nos exponemos a la radiación ultravioleta. La vitamina D es importante para preservar la salud de los huesos, y según algunas investigaciones, contribuye a activar el sistema inmunológico.

Muchas de las investigaciones sobre el tema sufren de problemas significativos y de todas maneras no muestran que la ausencia de vitamina afecta la probabilidad de contagio o a la gravedad de la enfermedad.  Dibujo: Shutterstock
Muchas de las investigaciones sobre el tema adolecen de problemas significativos y en cualquier caso no demuestran que la ausencia de vitamina influye en la probabilidad de contagio o en la gravedad de la enfermedad.  Dibujo: Shutterstock

Duras críticas

En el último mes de junio, antes de que se publicara la investigación israelí, el Instituto Nacional Británico de Salud y Excelencia Asistencial (NICE), publicó un informe que criticaba duramente las investigaciones realizadas sobre el tema. Entre otras cosas, mencionaba que los hallazgos de las investigaciones examinadas eran muy probablemente sesgados y no reflejaban adecuadamente la realidad. Por ello, resulta difícil deducir de ellos un modelo que permita llegar a una conclusión clara sobre la posible contribución de la vitamina D frente a la COVID-19.

Según los autores del informe, la forma de recabar los datos y su análisis hace difícil establecer una relación de causa y efecto entre la cantidad de vitamina D en sangre de los pacientes y la incidencia de la pandemia del coronavirus. No habiendo establecido esta relación, no se puede determinar si la disminución de vitamina D es la causa del aumento de la incidencia o si esta disminución se deriva de otro fenómeno común entre los enfermos de coronavirus como la edad avanzada, el sobrepeso o la hipertensión.

Las investigaciones realizadas hasta ahora sobre la relación entre la vitamina D y la enfermedad COVID-19 no comparaban entre los grupos que recibieron dosis reforzadas de vitamina D y los grupos que no la consumían. Así mismo, a excepción de una investigación, el resto de las investigaciones examinadas no tuvieron en cuenta variables como los antecedentes socioeconómicos o el IMC, índice utilizado para estimar la masa corporal basándose en la relación entre peso y altura.

Además, algunas de las investigaciones incluían sólo enfermos graves por lo que no compararon los niveles de vitamina D en sangre de enfermos graves, leves y asintomáticos, y algunos de los estudios se basaban en un banco de datos obsoleto con el fin de analizar sus hallazgos. Otro aspecto ausente en las investigaciones sobre el tema es el de los posibles efectos negativos del consumo de suplementos alimenticios que contienen vitamina D. Es sabido que, a pesar de su gran importancia para la salud, una ingesta excesiva de vitaminas puede ser perjudicial.

Una de las razones por las que resulta difícil establecer una relación entre la vitamina D y la incidencia de la COVID-19 es el modo en que se acostumbra medir el nivel de vitamina D en sangre. Al igual que otras sustancias que ingerimos, la vitamina D se transforma químicamente en el cuerpo. El método aceptado para comprobar la presencia de la vitamina D en el cuerpo es la medición de una molécula denominada calcitriol, que es uno de los productos resultantes de la vitamina que llega al flujo sanguíneo, mientras que la forma activa de la vitamina D actúa dentro de las células descomponiéndose en ellas al cabo de poco tiempo. A pesar de que el nivel de calcitriol podría indicar la cantidad de vitamina D y su funcionamiento, se requiere otra investigación para corroborarlo.

En vista de todo esto, la conclusión de los autores del informe, compartida por los investigadores israelíes, es que, a día de hoy, no hay suficientes pruebas para recomendar la vitamina D como medio de prevención contra el contagio del coronavirus o como protección frente a la enfermedad que provoca.